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XVI
Me levanté un poco temprano,
Despreocupado ante la eternidad.
Volteé al extremo de la cama
Y como siempre,
Sólo encontré
Un recuerdo.
Idiota Esperanza.
Entre nubes grises
Y la voz que no te alcanza.
Parece como si cada mañana
Te mandara un anhelo,
Y el atisbo de mi
Me levanto y te busco entre los versos de Bukowski,
Entre las millas de Kerouac,
Entre las palabras de Sartre;
Entre angustia inesperada,
Y entre palabras olvidadas.
Como el vacío de los recuerdos
Y el recuerdo de tus palabras.
Más tarde camino por las calles,
Vacías y mojadas,
Tristes como tus ojos.
Silenciosas como la muerte;
Ansiosas como el silencio.
Y yo camino lento,
Enfermo de tu recuerdo.
Fumando mi desesperanza.
Entre las nubes grises
Y la voz que no te alcanza.
Los cyberbeats
Proyectaron una película muda
A principios del siglo XXI.
Caminaron entre putas y pulquerías
Para reírse de un público que no conocían.
Bebieron oscura para aclarar la garganta
Y leyeron proclamando un nuevo camino.
Conversaron hasta tarde,
Atacando al contemporáneo
Y exprimiendo el recuerdo de sus mujeres.
Evolucionaron el moderno jazz
Y lo alternaron con un eléctrico surf.
Ya habían pasado los 40
Y el establishment los seguía maldiciendo.
Se habían hundido en las deudas
Y vendieron hasta el último poema.
Llegaron hasta los grandes foros
Y le tendieron la mano a un auténtico beatnik.
Uno de ellos me llamó “poeta”,
Dijeron que llegaría lejos;
Seguramente seguía borracho.
-El Prólogo-
“Deambulo como una puta sin aceras.” (E. M. Cioran)
Me siento ante esta usual máquina en una noche cualquiera y mis manos se mantienen suspendidas en el aire, temblando, escuchando las notas de un piano que recorren un pentagrama que se pierde en el vacío del silencio citadino. Espero, espero a que llegue algo, lo que sea, quien sea. La resaca y el dolor en mis ojos me hacen recordar lo débil que soy, lo que no puedo contener, la memoria que no puedo atrapar, el desgane que me contiene mientras mis manos tiemblan en un frío nocturno. Suspira mi cuerpo y muere mi mente; se extingue mi mente y mis dedos teclean. Llegan a mi pensamiento vestigios de retratos; llegan con el aliento, el calor y la presencia con la que existieron y con las que los recuerdo; con las que los reinvento. No estoy seguro si todo fue así o si lo expreso tal como si lo imagino, pero es como han llegado tras estas noches, tras estas bocanadas y tras estos sorbos que insisten en continuar con esto para preservar la interrogante; para imaginar en el vacío; para llorar el miedo con lágrimas de palabras; para buscar entre la nada; para vagar entre la soledad; para buscar lo encontrado; para describir lo invisible. Llega a mi mente cualquier historia, cualquier banalidad, cualquier caricia, cualquier escape, cualquier anhelo o cualquier imagen que concuerde con las notas y los silencios que me penetran. Me escribo, me describo, me retrato, me relato, me destapo, me leo, me releo, me mato, me desvanezco, me muero, me destrozo, me reflejo, me lloro, me lamento, me lastimo, me niego, me hiero, me imagino, me figuro, me vislumbro, me corrijo, me transcribo, me curo; simplemente espero, me veo en medio del universo que me rodea y me somete ante las penas, las miserias y los placeres que yo mismo personifico. Grito en el vacío; busco mi ser entre la divergencia de la existencia. Y así es como moriré y morirán muchos: retratando a la nada, reviviendo a la muerte; porque vivimos algo que nunca quisimos y porque cuando parece gustarnos, más sufrimos. Porque mientras más nadamos, más nos hundimos; porque soñar no cuesta nada, pero despertar sí y mientas no despertemos, nunca valdrá la pena existir.
“Deambulo como una puta sin aceras.” (E. M. Cioran)
Me siento ante esta usual máquina en una noche cualquiera y mis manos se mantienen suspendidas en el aire, temblando, escuchando las notas de un piano que recorren un pentagrama que se pierde en el vacío del silencio citadino. Espero, espero a que llegue algo, lo que sea, quien sea. La resaca y el dolor en mis ojos me hacen recordar lo débil que soy, lo que no puedo contener, la memoria que no puedo atrapar, el desgane que me contiene mientras mis manos tiemblan en un frío nocturno. Suspira mi cuerpo y muere mi mente; se extingue mi mente y mis dedos teclean. Llegan a mi pensamiento vestigios de retratos; llegan con el aliento, el calor y la presencia con la que existieron y con las que los recuerdo; con las que los reinvento. No estoy seguro si todo fue así o si lo expreso tal como si lo imagino, pero es como han llegado tras estas noches, tras estas bocanadas y tras estos sorbos que insisten en continuar con esto para preservar la interrogante; para imaginar en el vacío; para llorar el miedo con lágrimas de palabras; para buscar entre la nada; para vagar entre la soledad; para buscar lo encontrado; para describir lo invisible. Llega a mi mente cualquier historia, cualquier banalidad, cualquier caricia, cualquier escape, cualquier anhelo o cualquier imagen que concuerde con las notas y los silencios que me penetran. Me escribo, me describo, me retrato, me relato, me destapo, me leo, me releo, me mato, me desvanezco, me muero, me destrozo, me reflejo, me lloro, me lamento, me lastimo, me niego, me hiero, me imagino, me figuro, me vislumbro, me corrijo, me transcribo, me curo; simplemente espero, me veo en medio del universo que me rodea y me somete ante las penas, las miserias y los placeres que yo mismo personifico. Grito en el vacío; busco mi ser entre la divergencia de la existencia. Y así es como moriré y morirán muchos: retratando a la nada, reviviendo a la muerte; porque vivimos algo que nunca quisimos y porque cuando parece gustarnos, más sufrimos. Porque mientras más nadamos, más nos hundimos; porque soñar no cuesta nada, pero despertar sí y mientas no despertemos, nunca valdrá la pena existir.
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